Comenzó su andadura artística a principios de los años 70 formando un dúo musical con su esposa, Conchita Alcaide (quien moriría de cáncer diez años después). En la década de los 80 se hizo famoso como narrador (él decía «intérprete») de chistes (tampoco le gustaba esta palabra; prefería «historias» o «cuentos»). Su humor era absurdo y parte de su efectividad residía en su semblante permanentemente serio («sólo me río cuando cobro», solía decir), en los cambios de ritmo que imponía apoyándose en las pausas para beber y fumar o encender los cigarrillos y en que no necesitaba, como otros humoristas, recurrir a imitar voces o acentos. Actuaba siempre vestido de negro, sentado habitualmente en un taburete con una bebida (vodka con zumo de naranja) y un cigarrillo negro. Contaba los chistes con un fuerte acento catalán, intercalando a menudo palabras y expresiones de su lengua materna al contar los chistes en castellano. La frase con la que iniciaba las narraciones, «¿el saben aquel que diu...?», da ejemplo de ello.
Eugenio conoció gran popularidad en los años 1980, cuando se multiplicaban sus actuaciones en vivo y sus apariciones en televisión, y las grabaciones de sus chistes, en soporte casete sobre todo, se vendían por doquier. Después, a principios de la década de los 90, se apartó de los escenarios, reapareciendo en la escena pocos años antes de su muerte, con el espectáculo Érase otra vez... Eugenio.
Murió de un ataque al corazón el 11 de marzo de 2001, a los 59 años de edad. Tenía un hijo y una hija de su primer matrimonio y otro hijo del segundo.